Capítulo 8:
—¿Dónde
estabas y por qué no contestabas?
La
voz furiosa de Ruth casi hizo reventar mis tímpanos.
—Bañando
a mi hija —respondo, como si no fuera obvio—. ¿Se te ha olvidado que ahora soy
madre?
—Lo
siento —suspira—, la costumbre.
—No
importa. Espera, voy a poner el alta voz porque debo darle de comer a mi hija —coloco
la opción poniendo el celular sobre el taburete y me recuesto con mi pequeña
para poder darle el pecho más cómodamente—. Adelante.
—Adivina
quién te consiguió una entrevista con un director para un nuevo proyecto.
—¡Acabo
de parir y ya me quieres hacer trabajar! —bromeo.
—Muy
gracioso, Stewart, pero tienes razón… si no quieres no lo hagas.
Suspiro
profundamente. Sí quiero trabajar; sobre todo quiero volver a sentir toda esa
adrenalina de personajes nuevos, guiones, viajes…
Miro
a mi hija, mi pedacito de cielo y recuerdo que ahora ya no soy solo yo, ahora
es ella y luego yo.
Sonrío
cuando los ojitos de Zoé empiezan a cerrarse lentamente.
—Déjame
pensarlo, ¿sí?
—Está
bien, tienes hasta el domingo porque la cita es el lunes y por lo menos quiero
cancelar con anticipación. De todas maneras te paso la historia a tu correo
para que la leas.
—Está
bien, Ruth. Te llamo.
—Okay, bye.
Después
de eso sólo queda el sonido que me avisaba que había cortado la llamada, niego
con la cabeza y estaba dispuesta a encerrarme en mi burbuja con mi pequeña
cuando la voz de Robert me sobresalta.
—Si
gustas yo podría ayudarte con Zoé mientras grabas.
Miro
en su dirección con los ojos entrecerrados, ¿cómo se atreve a subir hasta mi
habitación y escuchar mis conversaciones?
—Lo
siento. —Se disculpa al ver la expresión en mi rostro—. Es que CJ y Suzie ya se
marcharon y como supuse que no volverías a bajar vine a despedirme de mi hija.
No era mi intención escuchar tu charla con Ruth.
Vuelvo
mi atención hacia mi pequeña mientras contesto.
—Como
le dije a Ruth, lo pensaré.
Intento
levantarme lentamente pero cuando trato quitarle el pecho a Zoé, quien ha
quedado completamente dormida en mis brazos, vuelve a succionar con fuerza y me
da la sensación que si continúo estallará en gritos.
—Pásame
mi portátil, por favor —pido, dándome por vencida.
—¿Segura?
—pregunta con una pizca de gracia—. ¿No prefieres que yo te lea el correo?
Lo
pienso un par de segundos.
—Está
bien —suspiro.
—¿Tu
contraseña es la misma? —pregunta, oprimiendo la tecla de encendido para
iluminar la pantalla.
Asiento,
avergonzada. No había cambiado mi contraseña por falta de tiempo o quizá porque aun significaba algo para mí…
¿quién sabe? Trato de no sonreír cuando los ojos de Robert se iluminan al
comenzar a teclear mi contraseña, aquella que lleva su nombre.
—Bien,
aquí está —comenta aclarándose la garganta para comenzar a narrar—. Cole, tu
personaje, es enviado a Guantánamo donde están recluidos los terroristas y hace
amistad con un prisionero que le encanta leer, en particular se encuentra muy
conmocionado con su última lectura ya que en la prisión sólo tienen los
primeros tres libros de la saga y él no ha podido leer el cuarto y último. Cole
presenta una fuerte atracción por su mayor y en una fiesta él intenta forzarla
a tener relaciones, pero ella se niega y entonces su mayor decide vengarse de
ella. Al final de la historia, cuando tu estadía termina decides mudarte y
dejarle un regalo a tu amigo, el último libro de la saga que estaba leyendo.
Ambos
nos reímos cuando termina.
—Nunca
has podido darle una buena entonación a las historias —murmuro entre risas—,
creo que la leeré yo sola más tarde.
—Tal
vez si lo hago con mi acento inglés… —propone, arqueando una ceja.
—No,
Robert, ni así. Simplemente eres malo —lo corto antes de que comience de nuevo.
Comenzamos
a reír porque ambos sabemos que tengo razón, él jamás será bueno para leer una
historia con la entonación que éstas las requieren ya que suele leerlas muy
plano, sin matices.
—Además
aunque hubieras hecho una buena lectura no aceptaría. Ahora Zoé es la única que
me importa.
—Ya
te dije, yo puedo ayudarte, puedo cuidarla mientras grabas.
—Ella
toma pecho aún, Rob. No podría dejártela. Piensa, debes cambiar pañales,
bañarla, sacarle los gases, desvelarte…
—Eso
es lo que hace un padre, Kristen. Es lo que quiero compartir con mi hija. —insiste—.
Todas esas cosas que pueden ser un calvario para otros hombres para mi es una
bendición.
Me
mira con los ojos suplicantes.
—Sé
que lo haces con buena intención, pero jamás me he separado de mi hija. Lo más
lejos que he ido es al baño y solo por cinco segundos.
Nos
reímos de nuevo.
—Si
lo que te preocupa es la distancia, puedo estar contigo en el set y las
locaciones.
—Seremos
la comidilla de Hollywood —murmuro, desvaneciendo poco a poco mi sonrisa.
—¿Y
a quién le importa? Solo soy un padre que quiere compartir tiempo con su hija y
verla crecer sin perder un solo instante.
—Esto
no será tan fácil —murmuro.
—La
vida no es fácil, Kiki. —Sonrío al escucharlo llamarme así, una sonrisa
estúpida y que no puedo evitar por más que lo deseara—. Pero Zoé hace la mía
más soportable, es mi anestesia.
Doy
una respiración profunda mientras medito sus palabras. Es cierto que mi nena es
una brisa fresca en pleno desierto, quizá no sea la solución a los problemas de
la vida, pero con solo verla así como lo hago ahora, sé que cada cosa mala que
esté viviendo se desvanecerá pronto.
—Está
bien, Rob —susurro muy, muy bajito.
—Muchas
gracias —contesta.
Media
hora más tarde he logrado sacarle el pecho de la boca sin despertarla, lo cual
considero que es un gran logro, se la paso a Robert mientras acomodo todo en la
cama para que pueda acostarme con ella.
—¿No
la llevarás a su habitación? —pregunta mientras sigue todos mis movimientos con
la mirada.
—No,
duerme conmigo —respondo—. Así estoy más cerca de ella cuando necesita algo.
Me
sonríe y luego se agacha para darle un beso en la frente a mi hija.
Nuestra hija.
—Buenas
noches, Princesa de papá. Mañana volveré para jugar contigo.
Los
observo desde el marco de la puerta.
—Como
ya dije antes, no es necesario que vengas todos los días.
—Quiero
hacerlo, permítemelo —insiste—. Además tenemos que hablar sobre la pensión
alimenticia que le debo dar y obviamente del registro para su certificado de
nacimiento.
—Está
bien —comento, no quiero llevarle la contraria, por alguna razón me siento muy
cansada como para discutir.
—Adiós
—dice, pasándome a nuestra hija.
—¿No
quieres que te acompañe hasta la salida?
La pregunta
salta de mis labios, casi sin pensarlo.
—No
te preocupes, conozco perfectamente el camino —comenta, dedicándome una sonrisa—.
Además no quiero que algo le pase a mi pequeña.
—Creo
que a la que le pasaría algo sería a mí —bromeo.
Rob
se ríe.
—En
realidad solo dije lo otro para no hacerte sentir mal con tu sobreprotección de
mamá osa.
Me
guiña un ojo.
—¿Tú
también? —Me quejo, haciendo involuntariamente un puchero.
—No
te preocupes, yo también quisiera ponerla en una caja de cristal para que
absolutamente nada la dañe.
Me sonríe
y está tan cerca de mí que casi puedo oler su respiración. Con un poco de duda
pasa su mano por mi nuca y acerca mi frente a sus labios para depositar un
casto beso en el centro de mi frente. Sonrío involuntariamente y dejo que el
calor de sus labios sobre mi piel se extienda y lo disfruto silenciosamente
hasta el último segundo.
—Debería
irme —murmura, aun manteniendo su postura.
—Sí,
deberías —contesto muy bajito mientras aprieto los ojos.
Escucho
su risa baja antes de que suelte mi nuca.
—Nos
vemos.
Cuando
abro los ojos lo veo caminando hacia la salida y sólo queda el ruido de sus
pisadas que se dirigen hasta la puerta para marcharse.
*********
Al
día siguiente Rob volvió con más presentes para Zoé, entre ellos una muñeca de
trapo vestida de hada que me encantó nada más la vi, resaltaba de entre todos
los juguetes de una forma muy singular.
—Es
hermosa —comento mientras la acaricio.
—Como
ella —contesta Robert quien cargaba a su hija y se sacaba fotos con ella a
través del gran espejo de la sala.
Me reí
nada más de verlo haciendo malabares con la bebé, tratando de mantener un
agarre fuerte y al mismo tiempo frustrado porque la cámara no enfocaba bien.
—Si
me lo hubieras pedido yo podría haberles sacado la foto…
Él
me mira y me tiende el teléfono casi tan pronto termino de decir la oración,
cojo el móvil e inmediatamente posa para la foto.
Al
final del día tengo como cincuenta fotos tomadas desde mi celular y muchas más
desde el de Robert.
—¿Por
qué no nos hacemos una selfie? —pregunta.
—Porque
no la necesitas si yo puedo sacarle fotos a los dos.
Extrañamente,
hoy no se habían asomado ninguno de mis amigos ni familiares a ver a mi hija,
solo estábamos los tres.
—Me
refería a una selfie de los tres juntos. Sería bueno que tuviera aunque sea una
foto con sus padres… juntos —susurró esto último más para él que para mí.
—Claro…
Tomo
mi celular y me acerco a los dos. Él toma mi cintura con su mano libre. Mi piel
cosquillea a su tacto pero intento no prestarle atención. Estiro mi brazo con
el celular, sonrío y tomo la foto.
—¡Listo!
—Exclamo guardando el teléfono sin mirar la foto y me alejo de él.
—Me
la pasas después por whatsapp.
—Está
bien.
El
momento se vuelve incómodo y sé que él también lo siente.
—¿Te
quedarás a comer? —intento desvanecer la tensión.
—Si
no es molestia. —dice—. Quiero hablar contigo sobre lo que te dije ayer, ya
sabes… la pensión, el registro.
—Por
supuesto —respondo—. Entonces iré a cocinar.
—Podemos
pedir comida —propone.
—No,
me gusta cuidar mi alimentación, sobre todo ahora que debo alimentar a Zoé.
Asiente,
dándome la razón y me dedica una pequeña sonrisa ladeada. Me marcho a la cocina
dejándolo con la niña en brazos.
Después
de rondar por la cocina buscando algo que pueda cocinar, me dispuse a preparar
un par de pechugas de pollo y las acompañé con arroz blando y una guarnición de
ensalada con muchos vegetales verdes.
Una vez
que sirvo la comida, tomo a mi hija en brazos y bajo el tiro de mi camiseta
destapando mi pecho y mi hambrienta nena comienza a succionar, trato de ponerme
lo más cómoda posible sentándome en un taburete y comienzo a comer con la mano
libre.
—Eso
se ve muy incómodo —comenta Robert, aun sin probar bocado.
—Ni
tanto, Sienna tenía razón cuando decía que cuando eres madre te conviertes en
la mujer maravilla —le sonrío—. Además mientras mi hija esté cómoda yo lo
estoy.
Él se
encoge de hombros y se lleva el primer bocado a la boca, mientras mastica una
sonrisa tira de la comisura de sus labios y cuando traga la sonrisa se extiende
en todo su esplendor.
—Como
siempre todo te queda delicioso —alaba, llevándose rápidamente el siguiente
bocado.
—Gracias
—sonrío—. Ahora, habla.
—Bueno,
sobre la mensualidad…
—Sabes
que no tienes por qué hacerlo, tengo bastante dinero como para cumplir cada
insignificante capricho de mi hija.
Robert
tuerce el gesto.
—Lo
sé, yo también lo tengo y es el por qué quiero hacerlo. No solo quiero verla
crecer, quiero formar parte de sus necesidades y de sus caprichos. Así que te
enviaré una cantidad que conforme Zoé vaya creciendo va a ir aumentando según
sus necesidades.
—No
habrá manera de hacerte cambiar de idea, ¿no? —pregunto, tomando un brócoli con
mi tenedor.
—Para
nada —comenta—. Ahora, sobre el registro, quiero que ella lleve mi apellido. Es
una Pattinson.
—No
me opongo a eso, eres su padre —asiento.
Veo que
aparece la sombra de una duda, como si no estuviera seguro de qué tan lejos
podría llegar con sus peticiones.
—¿Hay
algo más?
—Sí.
—Sácalo.
Se
inclina sobre el mesón de la cocina para mírame fijamente.
—Quiero
que tenga un segundo nombre.
Me atraganto
con mi comida y trato de mantenerme serena, ¿un segundo nombre?
Puedes con esto, Kristen. No
es como que quiera ponerle el nombre de su madre o algo así.
—¿A
sí? —pregunto, tratando de mantener mi tono casual—. ¿En qué estabas pensando?
—Mi
madre siempre quiso que cuando tuviera una hija, le pusiera su nombre.
¡Genial!
Me río
y acomodo a mi pequeña entre mis brazos. Tomo un largo trago del vaso del agua
que tengo a mi derecha y niego con la cabeza.
—¡Estás
loco! No le pondré Claire a mi hija.
—¿Por
qué no? —pregunta, confundido.
—¡Porque
no! —chillo—. En todo caso le pondría Jules.
—Ya
elegiste tú un nombre, déjame elegir el segundo.
—Te
dejaría si no quisieras llamarla como tu madre —casi grito—. No quiero que
lleve el nombre de tu mamá, será muy raro.
—Cientos
de niñas llevan el nombre de sus abuelas.
—¡Pues
mi hija no será parte de ese grupo! —continúo—. Me niego a ponerle así a mi
hija.
—También
tengo derecho de elegir, soy su padre.
A este
punto Rob está empezando a molestarse tanto como yo, siento que mi corazón va
más rápido y la sangre comienza a palpitar en mi cabeza.
—¿Necesitas
que te recuerde que no querías saber nada de ella en un principio? —le
reprocho.
—¡Santo
cielo, Kristen! —deja caer ambas manos sobre la mesa con frustración—. Jamás dejarás
de restregarme eso en mi cara, ¿cierto?
El estruendo
de las manos de Robert golpeando la mesa
le hacen perder toda su paz a Zoé y comienza a llorar. Lo fulmino con la mirada
y me levanto de la mesa para mecerla y tratar de calmarla.
—No
mientras viva y quieras llamar a mi pequeña Claire
—escupo, caminando de un lado a otro.
—No
entiendo qué tiene de malo —suspira—. Es el nombre de mi madre.
—No
me gusta, es eso —respondo.
—¡No seas egoísta, Stewart! —farfulla.
Suelto un chillido y aprieto los dientes con fuerza
mientras hago el mayor intento de mantenerme serena para calmar a Zoé.
—¡No soy egoísta! —grito.
Estaba a punto de agregar algo más pero en ese momento
el timbre de la entrada sonó y sólo pude fulminar con la mirada a Robert
mientras él se levantaba para abrir la puerta.
—Pero qué demonios, se escuchan sus gritos y los de
Zoé desde la entrada —entra Suzie en la cocina.
—Gracias al cielo que eres tú —le digo, pasándole a mi
pequeña—. Tengo una charla que terminar con su padre.
Siento que me sigue pero no le presto atención, me
encuentro a Robert a medio camino de regreso a la cocina.
—¡No hagas corajes o se te cortará la leche! —sentencia
Suzie.
—¡Me importa un cacahuate! No dejaré que sólo porque
es su padre quiera venir y llamar a mi pequeña cuando en un principio la
rechazó.
—¿Podrías decirle que deje pasar eso de una vez,
Suzie? —dice Rob, pasándose una mano por los cabellos—. ¡No puede estar
mencionándolo todo el tiempo.
—¡Claro que puedo! —grito—. Y lo seguiré haciendo
hasta el día que deje de respirar.
—¡Basta! Ustedes dos dejen de pelear —grita Suzie—. Están
asustado a Zoé.
Miro en su dirección y veo a mi pequeña roja como un
tomate y llorando sin parar.
—Oh, mi bebé, lo siento tanto —susurro, acercándome a
ella pero mientras me acerco ella comienza a llorar más fuerte.
Siento que el corazón se me hunde en el pecho y
aprieto fuerte la mandíbula para no llorar, ¿ella me está rechazando?
—¿Puedo saber qué rayos les pasa? —continúa Suzie.
—Quiero ponerle un segundo nombre a Zoé.
—Oh —ella me mira y sonríe—. Eso no es tan malo, Kris.
—Él quiere llamarla Claire, ¿eso no es malo? —pregunto—.
¿Por qué no la llamamos Jules, mi madre también tiene derecho, sabes? También es
su abuela.
—¿Por qué no le ponen los tres nombres? —recomienda
Suzie.
—¡No! —gritamos Robert y yo al mismo tiempo.
Mi pequeña suelta un gran grito y Suzie comienza a
mecerla para calmarla.
—Bueno, ¿una fusión de ambos nombres?
No digo nada y Rob tampoco, me doy la vuelta para
mirarlo… eso no suena tan descabellado.
—¿Clailes? —propone Robert.
Hice un gesto de desagrado y luego me reí.
—¿Te das cuenta de lo horrible que suena eso? —pregunto.
Él ríe conmigo y asiente.
Los tres nos quedamos pensando un tiempo, hasta que
Suzie comienza a dar pequeños brinquitos y su rostro comienza a iluminarse.
—¿Juliere?
Lo considero un rato y lo repito en mi mente varias veces.
—¿Zoé Juliere? —repite Robert.
—Me gusta.
—A mí también —dice Suzie.
Rob se acerca a nuestra pequeña y la carga entre sus
brazos, se queda observándola un largo tiempo y luego sonríe.
—Entonces así será. Zoé Juliere Pattinson Stewart —susurra
en complicidad.