Capítulo 2

Capítulo 2 

"Soledad"

— ¿Te imaginas la revolución que provocarás en la prensa cuando digas quién es el padre? – Sonrió—. Bueno, ahora viene el segundo paso –dijo, pasándome su celular—: Díselo.

Miré aterrada a mi madre, sabía que tenía que decírselo puesto que el bebé no es solamente responsabilidad mía, pero ¿cómo hacerlo? Yo aún no procesaba tremenda noticia ¿cómo esperaba que lo hiciera él?—Yo… no creo que…
— ¡Díselo! —ordenó con más firmeza.

Temblé ante su tono. Aterrada, recogí el móvil de Jules, con resignación. Traté de dedicarle una mirada suplicante pero ella me miró enfadada y frunció el ceño a manera de irritación.

No había escapatoria, tarde o temprano tendría que decírselo ya que mi vientre comenzará a crecer y soy la clase de persona que llama la atención sin siquiera proponérselo.

Con manos temblorosas, marqué el número de celular que me sabía de memoria y esperé a que contestaran del otro lado de la línea.


— ¿Hola? —respondió esa voz que reconocería en cualquier lado.


—Soy yo —traté de que mi voz suene relajada.


—Hola, K —saludó secamente.


—Necesito verte —decidí ir al grano— ¿Puedes venir a casa?


— ¿Algo va mal, K? —su voz sonó preocupada.


—No —mentí, para tranquilizarlo.


—Está bien, llegaré en media hora.


Después de eso le devolví el móvil a Jules y condujimos hasta un minisuper ya que tenía un antojo tremendo de leche saborizada de frutillas. Fue una verdadera proeza pero afortunadamente logré salir con un cargamento de cuatro cajas de leche saborizada y un kilo de uvas.


—Espero y estés llevando todo eso con la intención de invitarnos — se burló Cámeron


—Jódete — le respondí. No tenía planes de compartir mis delicias con él.

Llegamos a casa y me dispuse a guardar las cosas en la alacena mientras comía un poco de uvas. Estaba realmente ensimismada, cantando para mí misma cuando el sonido del timbre de la puerta principal me dejó estupefacta. Me quedé congelada con la puerta de la nevera abierta y sentí cómo el miedo poco a poco se iba apoderando de mí.

—Hola— saludó a mis espaldas.

Me dí la vuelta para verlo en el marco de la puerta de la cocina. Seguramente Jules le había dejado pasar.


—Hola— respondí el saludo sin mucho ánimo.


—Así que… ¿A qué se debe la urgencia? — alzó una ceja.


Tragué en seco y cerré la puerta de la nevera. Era hora de la verdad. Mi corazón parecía un tambor, retumbando con fuerza contra mi pecho y haciendo difícil la simple y llana tarea de respirar.


— ¿Te parece si vamos a la sala para poder hablar mejor? —susurré, encaminándome ya a la puerta.


— ¿Por qué tanto misterio, K? —me miró con el ceño fruncido.

No pude resistir el peso de su mirada así que aparté la mía y suspiré.

—Vamos a la sala.


Él me soltó y yo seguí mi camino hacia la sala donde tomé asiento en mi sillón favorito, era de cuero negro y reclinable, me sentía sumamente cómoda y hacía milagros en mi espalda cuando llegaba muerta a casa. Lo miré una vez que me instalé en mi lugar, él parecía renuente a tomar asiento.


—Será mejor si estás sentado —le dije.

Suspiró, derrotado, y se sentó en el sillón frente a mí. Puso sus codos en las rodillas, inclinándose hacía mí y me penetró con la mirada.


—Habla —ordenó.

Su tono era frío y distante. Debo admitir que me dolió que usara ese tono de desprecio conmigo después de todo lo que éramos él y yo.


—Necesito que estés relajado, lo que estoy por decirte es muy serio —murmuré.


Soltó un bufido y se acarició el puente de la nariz mientras sonreía con sorna.


—Sólo habla, ¿quieres?


—Sabes que eres importante para mí, ¿no?

Su sonrisa desapareció y su semblante se volvió duro. Sus ojos se oscurecieron y me miró sin expresión alguna en los ojos.


— ¿Sólo me llamaste para decirme esto, K? ¡No tengo tiempo para tus juegos! ¡Sólo dime lo que tienes que decirme y ya!


—Es complicado —chillé.


— ¡Sólo hazlo! —dijo, poniéndose de pie y apartando la mirada de mí como si mi presencia le diera nauseas —Tampoco es que me vayas a decir que voy a ser padre, así que habla.

Silencio. Ante esa frase no fui capaz de decir nada. Mi garganta se cerró y mis ojos comenzaron a llenarse con estúpidas lágrimas y bajé la mirada para ocultarlas. Él se volvió a mí cuando no dije nada pero aun así no fui capaz de levantar la mirada. Tenía miedo. Tenía miedo de que me rechazara a mí y a mi bebé… a nuestro bebé.

— ¿K?

—Lo siento… —sollocé.

Él soltó su aliento y pude percibir la frustración que crecía en él.

— ¿Qué es lo que sientes, K?

—No… no lo quería… de verdad… nada de esto fue planeado.

Mis hombros se estremecían con la intensidad misma de mi llanto y mis manos temblaban con tan fuerza que tuve que ponerlas debajo de mis piernas. Él se acercó a mí, me tomó por los hombros y me hizo fijar mi mirada llena de lágrimas en su semblante duro y calculador.

—Dime que no es verdad, Kristen —siseó.

Jamás había usado ese tono conmigo y que lo hiciera en ese preciso momento sólo sirvió para traer más lágrimas a mis ojos.


— ¡Deja de llorar y dime que no estas embarazada, Kristen! —alzó la voz.

—Lo siento, lo siento mucho —susurré.

— ¿A qué estás jugando Kristen?, ¿A qué?— comenzó a zarandearme con fuerza. Sentí todo en mi cabeza dar vueltas y mi mirada comenzó a ponerse borrosa.

— ¡Para, para! —grité.

Se detuvo, mirándome por un largo rato y sin decir nada. Estudió mi rostro por un momento y después me soltó como si yo tuviera lepra o alguna enfermedad contagiosa similar.


—Lo siento, K, pero dudo mucho que ese bebé sea mío.

Sentí cómo algo dentro de mí se quebró.

—Pero es la verdad —mi voz sonó como una súplica—. Tú eres el padre.

—Pues yo no te creo, Kristen.

— ¡Tienes que creerme! —chillé.

Me lancé contra él, tomándolo de la camisa y aferrándome a ella como si se me fuera la vida en ello. Su mirada era tan fría y carente de emoción alguna.

—Lo siento, Kristen —murmuró, tomando mis puños y deslindándose de mi agarre.

Me miró por un par de segundos más y luego soltó mis manos, dejándome temblando como un cachorro desprotegido. Mis rodillas se sentían como gelatina, incapaces de sostenerme y caí al suelo.

—No hagas esto —sollocé, mirándole desde el suelo.

—Ya lo echaste todo a perder, Kristen —murmuró, antes de darse la vuelta y encaminarse a la puerta.

Me quedé mirando por donde se había ido hasta que escuché que la puerta de principal cerrarse de un portazo. Y ahí fue cuando me di cuenta que nunca contaría con su ayuda, que él nunca me creería y me dejaría completamente sola con mi bebé.

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¡Hola! En esta ocasión me toca a mí traerles el segundo capítulo de esta historia. Lamentamos mucho la demora, yo estuve sin internet casi todo el mes y ahora Annie anda también sin internet, pero logramos sacarlo adelante. Esperamos que les guste y queremos leer qué les parece el Fic.

¡¡Gracias por leernos!!

A&A